Tener una buena impresión.
Este punto es vital debido a que la audiencia comienza a juzgar aún antes de que se habla la primera palabra. Se debe tener un aspecto bueno y adecuado al contexto y mensaje que se desea transmitir. No demasiado imponente o arrogante, pero tampoco holgado ni inseguro. Al hablar se debe actuar de la misma manera, hablar con seguridad y firmeza sin ser áspero. También es importante mantenerse lo más visible que se pueda, de ser posible en el centro.
Contagiar emociones.
Si se desea despertar interés y emoción en la audiencia, se debe demostrar también del lado del orador. El discurso debe ser apasionado, y las manos son muy importantes ya que sirven para resaltar lo que se está hablando.
Dialogar con el público.
El discurso no es un monólogo, por lo tanto es necesario mantener conectados a los escuchas. Se debe tener fluidez adecuada al hablar, evitar posar la vista en objetos o lugares ajenos a la audiencia, dar la espalda al público, o mirar demasiado a un solo miembro del mismo.
Moverse con naturalidad.
El lenguaje no verbal que se utilice debe ser coherente con el no verbal, de manera que no se aparezca forzado o antinatural.
Hacer un buen cierre.
El cierre del discurso es igual de importante que la primera impresión ya que es el último recuerdo que la audiencia se lleva. Se debe dar el mensaje final con convicción, y es recomendable desplazarse al centro y tomar un momento para mirar al público antes de darlo.
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